Marta
Marta es negra y tiene algo de sobrepeso. Sus ojos son negros como el azabache, no tiene un andar elegante y ronca cuando duerme. Yo la quiero y hoy por hoy no puedo imaginar mi vida sin ella. Un día me cautivó y esto fué tan solo a los pocos minutos de haberla visto.
Estoy segura que antes provocó el flechazo en otra. Que hubo antes una persona que se rindió a sus encantos, no muy fáciles de ver a primera vista. Puedo imaginar que la quisieran antes de hacerlo yo, y que ella también lo hiciera antes de amarme. Que se entregara, siendo fiel y leal. Es fácil que esto ocurra cuando surge el flechazo, los primeros momentos siempre son maravillosos, pero mantener el amor es otra cosa bien distinta. No es que dude de la lealtad de Marta, nada de ella pongo en duda.
Me consta que la abandonaron, que se sintió sola, frágil y vulnerable. Que no entendió la razón, sobre todo sabiendo ella que por su parte habría sido fiel hasta el final de sus días. Esto la volvió desconfiada e insegura, lo que siempre ocurre cuando se sufre abandono. Casi puedo asegurar que creyó que en otra ocasión tendría que entregar mucho más para que fuera querida. Como si el amor fuese solo una recompensa a un comportamiento, y la otra parte no tuviera nada que ver en ello. Aún así lo intentó un par de veces más, cuando yo la conocí, se había dado por vencida.
Recuerdo el primer día que la vi, yo observaba a otra mucho más bella. Era blanca, elegante y con una mirada de ojos azules que derretían. Marta me miró insinuándose un poco, casi por obligación o por costumbre, aún hoy no lo sé bien. Sus movimientos es cierto que sugerian, pero su mirada transmitía desesperanza. Eso me cautivó, y surgió el flechazo que nos ha unido hasta hoy. Son extraños los motivos que despiertan algo en el corazón.
Aún así, y siendo consciente de que me había cautivado, las dudas me invadieron y empecé a plantearme miles de cuestiones: Marta no era jóven, había estado en otras manos, ¿hasta dónde podía confiar en ella?. No es que yo estuviera buscando una muy jóven, no quería pasar por toda esa iniciación, esto suele ser un latazo, quería evitármelo, pero hasta un límite. Aunque lo que realmente temía era que ya estuviera maleada y sin solución, al fin y al cabo las que son como ella no tienen buena fama, se afirma que no son de fiar y se dice que son muy agresivas.
LLegué a pensar que eso sería el motivo de tanto abandono. Quienes la conocían me aseguraban que era leal, me pedian que le diera otra oportunidad. Pero ya se sabe, quienes quieren no suelen ser objetivos con las cualidades del ser amado. En teoría yo pensaba que todos nos merecemos otra oportunidad pero, de la teoría a la práctica siempre suele existir un largo trecho. Yo no soy distinta a nadie y cuando la vida me puso a prueba dudé, no me arrugo al reconocerlo. No estaba segura de que yo fuera lo suficientemente tolerante y además ¿estaba yo capacitada para darle otra oportunidad? hacerme esta pregunta tranquilizaba mi «conciencia tolerante». Hay que ver las excusas que uno se pone cuando quiere. Además era la primera vez que me fijaba en una como Marta, y me preguntaba si el sentimiento que me inspiraba era real o atracción ante lo peligroso. Reconozco que la sensación de vértigo es algo que me fascina y que me ha llevado a cometer algún que otro error en mi vida. Seguramente seguirá siendo así.
Comenzamos nuestra aventura, con muchas interrogantes por mi parte y bastante inseguridad por parte de Marta, que no se relajaba del todo en mis manos. La ilusión existió al comienzo de nuestra relación, pero ninguna confiaba del todo en la otra. Yo me tuve que preparar para saber amar a Marta, investigando, leyendo e instruyéndome. Con el conocimiento derribé todos los muros y tabúes que eran el origen del miedo al compromiso con mi negra. La ignorancia es maestra del miedo, ya se sabe. Ella por su parte, cuando venció sus recelos, se entregó de una forma algo absorvente. Imagino que el terror que sentía a ser abandonada de nuevo le hacía entregar su amor de una manera asfixiante. Transcurrido algo de tiempo con mucha paciencia y confiada ella de que no tenía que temer un nuevo abandono su cariño se hizo mucho más natural y ligero.
Marta es una rottweiler y forma parte de esta extraña familia mía, que tanto me gusta por cierto. Vivimos nuestra historia desde que hace más de dos años tuve el valor y la decisión suficiente para adoptarla. Ella me ha dado una nueva oportunidad, para practicar coherencia. «La negra» nos entrega su cariño desinteresadamente y da grandes clases de ternura, lealtad y fidelidad.
Convive con la fina y elegante Nora, que ha tenido que aprender que la clase se lleva por dentro, no en el pedigree y la espontánea Trufa, que se enorgullece de ser «bastarda» pero estas son otras historias que no vienen a cuento.
La izquierda es inútil.
La verdad es que no la valoras cuando la tienes. Pero cuando no está activa la echas de menos. La izquierda aunque quiere ocupar su lugar, no lo consigue. A mí me molesta que sea así, pero a cada cual lo suyo. La izquierda es poco útil. Sus logros son una burda imitación de lo conseguido por la derecha. Es cierto que es necesaria pero es tan poca su eficacia en las labores importantes, que potencia tu inseguridad. Solo consigue una burda imitación lo conseguido por la derecha. Yo tengo que reconocer, me duela lo que me duela, que sin ella no soy nada.
Soy diestra y en estos momentos la derecha duele, duele mucho.
Del tacto y otras cuestiones.
Desconozco hacia donde vamos, pero desde luego creo que estamos perdiendo una capacidad humana que enriquece profundamente.
Cuando mantenemos una conversación, rara vez nos miramos directamente a los ojos, y nos mantenemos la mirada. La mayor parte de las personas atendemos a varias cosas a la vez, consultando el móvil al recibir un mensaje o una llamada, como si nuestro interlocutor tuviera claro que un mensaje chorre o cualquier llamada tiene carácter preferente a la conversación que estamos manteniendo, seguramente es así pues él o ella hace lo mismo. Algunos llegan incluso a tener conectado el portátil, mientras charlan presecialmete con alguién. Los mejores preparados, incluso aprovechan para leer y contestar esos mensajes que requieren poca concentración.
Los mensajes de correo electrónico y de móvil, están llenos de emoticonos, cuyo diseño me niego a calificar, que simulan besos y abrazos. Incluso fabricamos con los signos de escritura, caras sonriendo, llorando, giños de ojos etc. Pero en el tú a tú las cosas son bien distintas, a no ser que estemos con un amigo o amiga muy íntima, e incluso algunos aún siendo así, nos cuesta hablar de nuestros sentimientos. Procuramos no hacerlo, sobre todo de ternura, inseguridad, miedo, cariño, o vulnerabilidad. Transmitir a alguien que nos sentimos falibles, frágiles y vulnerables, lo consideramos un signo de debilidad, que hay que evitar a toda costa. Nos cuesta menos hablar del enfado, el enojo o la ira que nos produce algo, que de la emoción que nos invade por algún acontecimiento. Nos resulta más sencillo enumerarle a una persona sus defectos que decirle lo que nos gusta de ella. Eludimos decirle qué es aquello por lo que le admiramos. Nos es imposible reconocele a alguien que tiene una cualidad de la que nosotros carecemos. Eso lo callamos, no lo consideramos necesario. O entendemos que eso ya debe saberlo. Siendo esto frecuente, aún existimos personas que nos resistimos seguir esta práctica. Pero hay algo que si que está desapareciendo de la faz de la tierra, al menos yo cada vez lo veo menos. Reconozco que me preocupa mucho.
Estamos perdiendo la capacidad de transmitir a través del tacto. Tocarnos se está convirtiendo en un tabú poco entendible. Muchos nos hemos liberado de prejuicios sexuales, nos enorgullece reconocerlo pero adquirimos otros respecto a la ternura. A veces no es necesario hablar, un gesto transmite mucho más, un abrazo reconforta muchas veces más que mil palabras. Una mirada cómplice, da más seguridad que enumerar razones por las que no tener miedo. Una pequeña caricia nos recuerda más que no estamos solos en un momento difícil, que cientos de nombres en la agenda de nuestro móvil. Un beso sin venir a cuento nos reconforta el alma y nos recuerda que somos queridos. Escuchar a alguien mirándole a los ojos, ejercita esa cualidad humana tremendamente necesaria, para el entendimiento que es la empatía. ¿ Hay alguien que no necesite alguna vez algo de ternura, un roce, una caricia, fuera del marco del sexo o la pareja?
De momento yo me sigo apuntando a practicar la ternura, el tacto y la empatía, a reconocerle a la otra persona lo bueno que tiene, por mucho que a veces me apetezca gritar como a Mafalda ¡¡¡ Paren el mundo que quiero bajarme !!!!.Serán mis principios de progre que aún no se han rendido. Espero morir siendo una progre, me gusta serlo.
¿De qué hablamos?
Leo artículos y opiniones en defensa de la libertad individual. Comienzo a sumergirme en estos comentarios periodísticos o no, convencida de que voy a estar de acuerdo con su contenido. Son raras las ocasiones en que esto me ocurre ultimamente . Reconozco que cada vez más, me indigno con lo que leo. La mayoría de las veces cuando termino de leer el texto, lo hago convencida de que me han tomado el pelo.
Cuanto más leo o escucho a los individuos autores de estos escritos que defienden esta libertad individual, más les veo el plumero. Estos personajes se revisten de un halo de respeto democrático, que la mayor de la veces me recuerda al sacerdote cuando hace apología de los efectos beneficiosos de la castidad y, esto viniendo de mí, dice bien poco a favor de ellos.
Parten de unas premisas, que nos quieren hacer creer, son objetivas y llegan una coclusión, que si no eres un poco crítica, terminas aplaudiendo. Es decir, te la han colado y tu tan feliz. Hay que reconocer que el desarrollo de sus discursillos, en la mayoria de los casos, está bien estructurado para llegar a la conclusión querida, a cada cual lo suyo. Pero ahí acaba mi reconocimiento a estas personas, ante su defensa de libertad individual.
En primer lugar casi siempre termino preguntándome de qué me han estado hablando, de la libertad moral y de elección de cada individuo o del concepto de liberalismo económico. En la mayoría de los casos, ambos conceptos están muy entrelazados, incluso me atrevo a decir que maquiavelicamente entrelazados para que la conclusión nos mueva a aplaudir física o interiormente tanta defensa «de la libertad», con maýusculas», brotando incluso unas lágrimas de emoción ante tan bello discurso, más propio de los jóvenes revolucionarios de mayo del 68. No en vano algunos son los mismos, con más de una cana, o son hijos de estos, que han «mamado» directamente de la fuente de la libertad ideológica de sus papás y mamás.
Entrelazar el liberalismo económico con la libertad individual, de manera que, la conclusión sea que la segunda es incapaz de darse sin la existencia del primero, es cuando menos, un ataque a la más mínima capacidad de raciocinio. Estos intelectuales económicos y políticos, son partidarios, en defensa de la libertad individual, de la menor intromisión de los estados y por ende de la política, en las decisiones económicas de los individuos. Abogan por una libertad económica total, en defensa de la democracia, ya que sin ésta, la segunda carece de sentido. Dicen garantizarnos, a través de este liberalismo económico, la menor intromisión de los estados en las decisiones personales del ser humano. Se rasgan las vestiduras cuando un estado promulga una ley que acota la libertad individual, en favor de algún derecho colectivo, de un bien social o por un principio de solidaridad, porque es este individuo el que les preocupa profunda y desinteresadamente. Nos garantizan una felicidad individual bajo su protección y el acceso a todo tipo de productos, necesarios para alcanzar esa felicidad tan ansiada.
Y en este mundo occidental, en el que ya estamos disfrutado de este liberalismo económico, y para nada sufriéndolo, no hay duda que vamos por el buen camino para convertirnos en unos seres plenamente libres y felices. Si aún no lo somos es debido a que aún existen algnos individuos, alineados, esclavos ellos, o escondidos dictadores, enemigos de la libertad debido a sus covicciones socialdemócratas, que nos lo impiden. Pero no debemos preocuparnos por ello, están en vías de extinción, junto con muchos animales innecesarios para nuestra evolución, aunque mantenemos algunos especímenes para que puedan ser estudiados por generaciones posteriores. Acotados en guetos pemitidos al efecto, y con los mejores cuidados como cualquier parque temático que se precie.
También contamos con otro tipo de parques temáticos, cuyos habitantes nos recuerdan diariamente lo afortunados que somos, interactuamos con ellos, y a veces les hacemos creer que no viven en güetos, ¿dije guetos? en qué estaría yo pensando. Son pequeños, paises, barrios de grandes ciudades, o pequeños pueblos, que aparecen debidamente reseñados en cualquier guía turística que se precie, eso sí de turismo alternativo, y cuyos habitantes son los únicos responsables de sus miserias ya que nosotros nada tenemos que ver en eso, no en vano ellos también son tan dueños de su libertad individual como nosotros mismos, solo tienen que ejercerla, para eso les dotamos de «gimnasios» donde ejercitarla, con monitores enviados al efecto.
Ay,!!! Se me olvidaba decir que lo relatado al principio de esta entrada, me ocurría antes, ahora aunque me cuesta aún retener durante mucho tiempo una idea clara de libertad, estoy segura que se me perdonará por ello. Apelo a mi derecho inalienable de libertad individual para olvidarme de lo que no me interese o afecte personal y directamente. Y os cuento orgullosa que estoy asistiendo a clases de esta nueva libertad individual democrática, y apelar a ésta, venga o no venga al caso, es una de las justificaciones que se me inculca constantemente, para que queden fijada en mí y por mi bien, todas las ideas que la sustentan. Incluso alguna frase al respecto aparece escrita en las bolsitas de azucarillos del bar del centro, suscrita por algún pensador contemporáneo de reconocido prestigio para ello y que sirve de refuerzo «intelectual» a mi progama de convicción en la libertad individual demorática. Es que sigo un programa buenísimo para desintoxicarme de esas ideas socialdemócratas que profesaba antes, cuando no era nada, pero que nada libre personalmente y no tenía ni idea de lo que es la verdadera democracia. ¡¡¡Estoy en via de recuperación, y se me nota hasta en la mirada.!!!
Meditando en la valla
Cada cual medita, si lo hace, a su modo. Con el paso del tiempo he encontrado mi manera para ello, convirtiéndolo en una habilidad. Lejos de disciplinas espirituales, en las que alguna vez quise ser instruida, hoy por hoy mi método va más acorde a mi pargmatismo. Así que sólo tengo que ponerme manos a la obra con el bricolage y me sumerjo en una regresión, eso sí, nunca he conseguido, ni he intentado, todo hay que decirlo, regresar a cuestiones previas a mi consciencia. Imagino que esto último es herencia de mis convicciones existencialistas, abandonadas cuando intenté tener ese don que llaman fe, para volver a los brazos intelectuales de Camus, Sartre, Simone de Beauvoir, y sobre todo de Céline, cuyo viaje al fin de la noche, fue mi libro de cabecera durante muchos años y al que regreso de vez en cuando.
Dicho esto, hoy he pintado una valla y por ende, meditado. Esta vez, lo hacía en las cosas perdidas, en aquellos objetos y personas por las que en momentos de mi vida he sentido apego, incluso podría decir que mucho apego. En concreto pensaba en una compilación de cuentos de Cortázar. Estos libros, hablo en plural , porque la edición a la que me refiero constaba de dos volúmenes, han aparecido y desaparecido de mi vida, con una facilidad digna de cualquier mago.
Recuerdo que la primera vez que los hallé fué antes de un viaje a Escocia, decidí llevármelos y a la vuelta habían desaparecido. Al poco tiempo los volví a comprar ya que de vez en cuando los echaba de menos, y aunque mi economía no estaba para excesos, compré la llamativa edición perdida. Pasaron unos pocos años y una amiga por aquel entonces muy querida por mí, venía a casa y los miraba con ojos golositos, así que sin necesidad de pedirlos, se los regalé. Poco tiempo después los compré para regalar, hace pocos días me he enterado que a quien se los regalé, los prestó y para él también han desaparecido.
Transcurrieron unos años más, de nuevo los poseía. Esos libro físicamente, fueron especiales para mí, compartían largas mañanas de domingo en la cama. A mi pareja en esos momentos y a mí, nos encantaba leer en alto párrafos de estos cuentos, a veces saltando de uno a otro, sin orden ni concierto. No podía ser de otra forma siendo ambas quienes somos. Pues esos también los perdí, junto con mi pareja, que aún teniendo otros volúmenes igualitos, cosas de la vida, le cogió cariño a los míos. Así que de nuevo desaparecieron. Después de esta pérdida, tanto de libros como de persona, me juré que esto no me volveria a ocurrir jamás…..Desde eso han transcurrido varios años, los he vuelto a perder un par de veces, pero como dice Elizabeth Bishop en su poema «Un Arte«, el arte de perder no es un arte difícil.
La ternura de Elena
Cuando la miro, la ternura me inunda. Acaricio sus manos, toco su cara, y observo como se alegran sus ojos mientras le hablo. Me mira mientras yo la observo, le digo pequeñas tonterías que la hacen reir y a mi me parece mentira que sea tan hermosa. Le digo lo guapa que es y se sonroja tímida, como una adolescente. Cuando llego, nada más cruzar la puerta de su habitación, sus ojos se iluminan, esperando que me acerque y la besuquee, haciendo esos ruiditos que la hacen reir. Me siento a su lado y mientras hablamos, yo tengo sus manos entre las mías y se las acaricio suavemente. A veces le digo que las tiene frías e intento calentarlas dándole suaves masajes. Hay días en que finge tenerlas frías solo para provocar el roce de mi mano. ¡Como me enternece que lo haga! Ahora se ha acostumbrado a mis caricias, no protesta, le gusta, aunque no lo dice claramente. Eso sería imposible, incluso a estas alturas de su vida, hay normas que lleva impresas en su alma. Esa buena educación recibida ha hecho estragos ya irreparables.
Mirando hacia atrás, reconozco el rencor que su mera existencia me producía. Incapaz para procesar muchos sentimientos encontrados, agarrarme al rencor facilitaba mi cotidianidad. Sentía que era la guardiana mayor de las llaves que cerraban las puertas de los armarios en los que vivía. La tutora fría y gris de la verdadera ama de llaves que me había castrado.
La ternura que me provoca ahora da la mano a mi capacidad para ponerme en su piel y comprender que fue educada bajo la religión católica, por un padre puritano. En esa oscura religión castrante que, que junto a la judía (sólo menciono a estas, ya que son las que más conozco, segura estoy que todas son iguales), se ancla fuertemente en el sentimiento de culpla. Esa religión que castra vidas con la promesa de una postvida feliz, en la gracia de dios. Esa, cuyos ritos se ceban en la humillación de sus siervos, claro, para eso son siervos. Esa que a esos mismos siervos los llama los «elegidos» haciendo creer al humillado que esa humillación los destaca de los «otros». Esa que rechaza todo lo humano y lo asemeja a lo sucio, cuyo dios dio un cuerpo como castigo, y por lo que Portnoy se lamentaba gastando un pastón en psicoanalistas. Esa que produce mi rechazo, a cuyos integrantes sería incapaz de tomar en serio si no fuese por las terribles atrocidades que hacen y pretenden hacer en su nombre. Esa que en nombre de ese dios, castra a las mujeres, y por la que he tenido tanto que desandar, como tant@s de mi generación. Esa que es hipócrita pues no hay dios que la pueda resistir. Esa que se sube a pedestales, sin que nadie se lo pida, para juzgarnos en la tierra y nos condena al infierno a quienes, si nos preguntaran, cosa que no hacen , contestaríamos que lo elegimos con tal de no encontrarnos con sus dirigentes y seguidores. Que no conoce el amor ni por el forro, ya que si lo conociera no denominaría sucio a ningún tipo amor.
Por eso Elena educó a sus hijos con el lema de la letra con sangre entra y cuyo resultado fue unos seres temerosos y soberbios a la vez. Sin una pizca de ternura. Frios como la escarcha, malpensados por mal instruidos en la vulnerabilidad humana, como ella misma. Por eso Elena jamás ha dicho un te quiero, como tampoco lo han hecho sus hijos.
Y Elena, que hace ya tres años, sobrepasó un siglo de existencia, hace muy poco que se deja acariciar y besar,por todos y por mí, y por esto me inspira ternura. Y muy a pesar de su dios, ya ha dado por imposible hacerme rezar el rosario, a mí, que dentro de poco llegaré a la mitad del siglo y que hace relativamente poco soy el ama de llaves, de las puertas de los armarios en los que estaba encerrada y de otros en los que seguramente estoy.
Where Are The African Gods?
Ha fallecido Abbey Lincoln, gran dama del Jazz afirman hoy todos los diarios. Desde luego era una gran dama del Jazz, también lo era cuando fue dada de lado en ese mundo que no admitía a una activista política , defensora de los derechos humanos y con un marcado compromiso racial. Seguía siéndolo hasta el momento de su muerte.
Murió sin encontrar respuesta a la gran pregunta de dónde están los dioses africanos. Ella que era una fervorosa creyente. Yo, que no creo en ningún dios sobrenatural, creo con fuerza en las diosas y dioses humanos. Abbey Lincoln era una de ellas, una de mis diosas humanas.
Adiós Abbey, adiós Dama
Como se merece.
Hay imágenes que me producen un gran impacto, se quedan en mi retina y me asaltan cuando menos lo espero. Cuando las veo , me reprocho no haber sido más veloz, haber cerrado mis ojos o dar un clic con mi ratón, para que mi mente no las hubiera identificado. Tarde ya, acepto las consecuencias con resignación, aunque no cristiana, esa no tengo el gusto de conocerla.
Esta es una de ellas y además cuando leí el texto que la acompaña, ya había metido la pata del todo. » Chispi, con su tarta de cumpleaños en su 21 años , como se merece «. ¡¡ Definitivamente , la he fastidiado !!. Chispi, se merece esta tarta en la celebración de sus 21 años, que también lo han sido de feliz estancia en cautividad , en el zoo de Valencia.
Estoy segura que Hannon el Navegante, allá por el siglo VI a. c, cuando tropezó con esos gorillai » tribu de mujeres peludas», que no eran otra cosa que monos o chimpancés, ya pensó, que transcurrido siglos, ejemplares de estos seres, celebrarían felicísimos, sus cumpleaños en cautividad en Valencia, Berlín, Londres o Nueva York, ante la atenta mirada de sus más felices descubridores.
Alguna duda
Leyendo uno de los párrafos de un artículo publicado por Fernando Sabater en el País del día 11, titulado, «contra los creyentes» recordé una anécdota que que me ocurrió hace unos meses. Una amiga me envió un power point, uno de esos que vienen acompañados de una música sólo comparable al mas grande y empalagoso trozo de tarta de tocino de cielo. Este era un largo homenaje a la mujer. Rara vez abro estos pps, estos u otros, ya que desde que distingo «pps» en el enunciado del mensaje, lo envío directamente a la papelera, con el fin de evitarme sofocos y reacciones estímulo – respuesta, que a pesar de los años cumplidos, sigo teniendo y que ya he asumido como parte de mi «encantador» carácter.
Este pp, era una sucesión de imágenes de mujeres bellísimas, con esa belleza de «hadas buenas e insulsas», de semblantes sonrientes , miradas dulces y amorosas. No en vano, este homenaje era en agradecimiento a «todo» lo que es una mujer y lo que hace desinteresadamente por los demás. Haciendo incapié, en que gracias a la mujer, todos éramos y somos lo que somos. No voy a contar cual fue mi reacción, ya me he disculpado por ello y la persona que me lo envió, se positivamente que lo hizo llevada por una muy buena intención, y por el desconocimiento que en ese momento tenía de mi persona. La amistad en ese instante era incipiente, aunque dice mucho de ella que aún me siga hablando.
Es cierto que nosotras, las mujeres hemos sido y somos, presas favoritas de los «creyentes», dentro de estos, claro está, incluyo a los «salvadores» morales o políticos de nuestra » identidad sexual femenina». Sobre este tema , hay mucho que hablar, pero en este momento lo que me preocupa y mucho…..es que demonio es eso de IDENTIDAD SEXUAL FEMENINA.
Cuando yo me defino como mujer lo hago porque mis órganos sexuales son femeninos, pero en todo lo demás tengo una gran confusión, he de reconocerlo. No soy bella como las hadas, no me entrego desinteresadamente sin esperar nada a cambio, no me gustan los niños, no soy el descanso de ningun@ guerrer@, no estoy siempre dispuesta cuando «alguien» me necesita, por lo general no soy sumisa, no soy dulce y cariñosa siempre, incluso diría que en contadas ocasiones, no camino al lado de nadie, es más muchas veces camino delante y me gusta, hablo de sexo con naturalidad, y me encanta practicarlo, me gustan los taladros, lijadoras, martillos, caladoras y demás herramientas, se me dan fatal las plantas y flores y un largo etc….